César Cid, en su libro “Acompañar el final”, nos dice: “La enfermedad para el tiempo, agita los sentidos y nos obliga a mirar la vida (la propia) desde el margen inevitable del lecho al que nos conduce”.

La enfermedad nos presta una luz para observar pequeñas cosas en las que no nos habíamos fijado.

Con todo lo que está sucediendo con este virus, veo esto cumplido, – todos en casa, muchos ya no pueden trabajar, no hay escuela, no hay universidad… – pero lo veo todo como una oportunidad y pido a Dios que sea para todos una oportunidad de entrar más adentro en la espesura, en nosotros mismos; viéndonos vulnerables y desde aquí dejar entrar al otro, acogerlo de la vulnerabilidad que también lo habita; nadie está exento de muchas cosas, todos vamos a pasar por la enfermedad, aunque no sea este virus, todos vamos a pasar por la muerte, aunque no sea ahora, pero todos pasaremos por la finitud de esta vida a la que tanto nos aferramos.

Este tiempo de “encierro” es una gran oportunidad para redescubrir lo pequeño, lo que da verdadero sentido y valor a la vida, porque somos más valiosos de lo que pensamos, pero no más valiosos que el otro; cada uno tiene un valor incomparable y único; en este hoy lo podemos ver en nuestro interior, intentarlo, tenemos el tiempo ¿por qué no hacerlo?

Desde este rencuentro con nuestro interior, también tenemos que salir; esto no quiere decir que no podamos hacerlo desde nuestras casas; el lenguaje del amor va más allá, puede traspasar fronteras y ¿por qué no este virus?

Podemos descubrir a Jesús en todo lo que está ocurriendo, dice César: “Las heridas (de Jesús) son signo del triunfo sobre la muerte, de la salvación de todos los hombres y de la esperanza cristiana”. Hoy podemos tocar estas heridas, lo podemos hacer en la herida de los hermanos que padecen el contagio, de los que han perdido a sus seres queridos, en la de los que están desesperados, con miedo; en la de los que dejan la piel en los hospitales y que también ponen en riesgo a los suyos cuando regresan a casa, en la policía, guardia civil… que cuidan de nosotros para que no saliendo de nuestras casas se pueda controlar el contagio; en nuestros mayores que son los más afectados… son tantos en los que podemos tocar las heridas desde nuestro recuerdo y oración.

María, nuestra Madre, se encontró con Jesús sufriente camino del Calvario; ella lo recibió en sus brazos cuando lo bajaron de la cruz… ¡Cuánto dolor! Pera ella permaneció firme, en oración junto a los discípulos; hoy ella está junto a nosotros acogiendo el dolor, el miedo, la valentía, la entrega… Ella nos acoge porque somos parte de su Hijo.

Oh Jesús, Señor mío

Que el miedo no frene mi amor para entregarme.

Que en mi entrega, otros tengan vida

Y que con esta vida te vean a ti

Que eres el único que nos salva.

Yudis Isabel de la Santa Cruz

Carmelitas Descalzas de Talavera la Real

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