En las fundaciones de los monasterios de las descalzas de Granada y Málaga y en la traslación de las descalzas en Sevilla a su nueva sede en 1586.
Por Fr. José Vicente Rodríguez, OCD.
En la fundación de Granada
Fray Juan interviene con alma y cuerpo en la fundación de las descalzas de Granada. Las cosas se fueron desarrollando como sigue. El Vicario provincial señalado por Jerónimo Gracián, Diego de la Trinidad da a Juan de la Cruz un mandato para que se traslade a Ávila y vaya a buscar a la madre Teresa de Jesús, priora de san José de Ávila, “con el regalo y cuidado que a su persona y edad conviene, con las demás monjas que fueren necesarias para la dicha fundación” de Granada.
Llega a Ávila, se entrevista con la Madre el 28 de noviembre de 1581; y no pudo ser; la Madre está comprometida para ir a la fundación de Burgos; y fray Juan se tiene que volver sin la madre fundadora a Andalucía. Creo que ambos a dos, santo y santa, lo sintieron no poco. El 29 de noviembre emprende el retorno con las monjas señaladas por Teresa para la fundación granadina, a las que se irán añadiendo en el viaje algunas otras. Llegaron a Beas el día de la Inmaculada. Fray Juan vuelve a su convento de Baeza, en espera de poder acompañar a las fundadoras a Granada.
El 13 de enero de 1582, dice Ana de Jesús, que será la priora de la nueva fundación, llegó “el mensajero que traía el despacho para que nos partiésemos”. El 15 de enero, lunes, a las tres de la mañana, salieron de Beas Juan de la Cruz, Pedro de los Ángeles, Ana de Jesús y otras seis monjas. Hay que pensar cómo se podrá obtener la licencia del arzobispo para la fundación. A este inconveniente se viene a sumar que, el mismo día de su llegada, el que había alquilado la casa se vuelve atrás y no quiere saber nada del asunto. La providencia las socorre por medio de don Luis de Mercado , oidor de la Audiencia de Granada, que sugiere a su hermana doña Ana de Peñalosa que podrán acoger al grupo de las descalzas en su casa “dándoles un pedazo en que estén de por sí, hasta que hallen un rincón en qué meterse”. Accede doña Ana y preparan todo lo necesario para acogerlas.
El grupo de las fundadoras llegó el 20 de enero, “a las tres de la mañana”. Doña Ana las recibe con mucha devoción y lágrimas. Ana de Jesús envió rápidamente noticia al arzobispo comunicándole su llegada, y pidiéndole su bendición. El arzobispo responde que se alegra mucho de su llegada y que, estando indispuesto y en cama no puede acercarse; enviaba a su provisor para que les dijese la misa y se hiciese la inauguración del convento. Ese mismo día, a las siete de la mañana, se cantó la primera misa con solemnidad haciendo de diácono Juan de la Cruz y de subdiácono Pedro de los Ángeles y de celebrante el provisor de la diócesis Antonio Barba.
Acomodadas en la casa de doña Ana de Peñalosa comienza la comunidad a vivir su vida carmelitana lo mejor que puede. Ana de Jesús cuenta lo siguiente: Aunque doña Ana “nos hacía limosna, era con mucha limitación […] y muchos días no nos pudiéramos sustentar con lo que esta señora nos daba, si de los Mártires no nos ayudaran nuestros padres descalzos con algún pan y pescado; aunque también ellos tenía poco, por ser año de tanta hambre y esterilidad, que se padecía en el Andalucía grandísima”. Así el santo, que tomó entonces posesión de su primer priorato de los Mártires de Granada, tuvo que socorrer hasta en lo material a sus hermanas. A los siete meses de su estancia en casa de doña Ana de Peñalosa la comunidad alquiló una casa junto al Pilar del Toro, en la calle Elvira. Y Juan de la Cruz desde el primer día será el oráculo de la comunidad en lo espiritual, desviviéndose por su vida religiosa en confesiones, instrucciones, y dirección de espíritu, disfrutando ellas tan ampliamente del magisterio oral y escrito del santo. Un buen número de religiosas de la comunidad declarará preciosamente en los procesos de Juan de la Cruz. A la Priora Ana de Jesús dedicará el Cántico Espiritual, es decir: la Declaración de las canciones que tratan del ejercicio de amor entre el alma y el Esposo Cristo. Esta es, pues, una de las comunidades más y mejor atendidas por Juan de la Cruz, continuando su discipulado sanjuanista a lo largo de los siglos por medio de los escritos del santo redactados en tan gran parte en Granada, ciudad que ha sido llamada “el escritorio de san Juan de la Cruz”.
En la fundación de Málaga
En Málaga lo mismo que en Granada habían fundado los frailes descalzos antes que sus hermanas las monjas. La de los descalzos en Málaga se hizo en 1584, el 27 de junio. La gente de la zona pide al provincial Jerónimo Gracián que funden las descalzas en la ciudad. Gracián acoge gustoso la petición y encarga a su Vicario provincial Juan de la Cruz que la lleve a cabo. Fray Juan, al estilo de la Madre Teresa, alquila una casa, escoge las monjas, tres de Granada y dos de Beas y en febrero de 1585 va con ellas desde Granada. A pesar de un accidente en el que la cabalgadura en que iba María de Cristo “se espantó y desaforadamente corrió y anduvo alrededor” y arrojó a la madre con gran ímpetu cayendo sobre una peña, llegó sana y salva, atendida por Juan de la Cruz .
La fundación tuvo lugar el 17 de febrero de 1585. El Acta fundacional es modélica en su género y está firmada por Fray Juan de la Cruz, Vicario Provincial y por fray Diego de la Concepción, socio”.
Bastará citar algunas cláusulas: Jesús María. A honra y gloria de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero, y de la gloriosa Virgen Santa María de Monte Carmelo. “Fundóse este monasterio del señor San José de mil y quinientos y ochenta y cinco años”.
“Vinieron a la fundación las monjas siguientes…/ y se dan los nombres /. “Fundóse en pobreza, sin ningún arrimo temporal. Sea Dios servido de conservarle en ella hasta la consumación del siglo, para que goce en las riquezas eternas para siempre con Dios. Amén”.
Fray Juan no olvidó nunca esta comunidad y la atendió muy particularmente en 1585 llegándose desde Sevilla a Málaga, a su vuelta del capítulo de Lisboa. La comunidad malagueña, como se cuenta en la última Biografía de San Juan de la Cruz (San Pablo 2012 de J.V. Rodríguez) “está traumatizada por la trágica muerte de la hermana Catalina Evangelista que, acometida por un delirio furioso, “frenesí”, se arrojó “por una ventana, de que se hizo pedazos, y murió luego”. Fray Juan consoló a la comunidad en aquella desgracia y además, hizo llevar para que las pudiesen ayudar en el coro y los demás ejercicios dos religiosas del convento de Caravaca”.
Comunidad mimada por fray Juan, del que todas se han ido mostrando altamente agradecidas a lo largo de los siglos y hasta el presente.
En la traslación de de las descalzas de Sevilla
En el epistolario de San Juan de la Cruz hay una carta de tono singular, llena de euforia, que no se parece a ninguna otra carta del santo; es la carta de junio de 1586 dirigida a Ana de San Alberto, Priora de las descalzas de Caravaca. En un estilo un poco triunfalista le cuenta la marcha de las fundaciones de los conventos, especialmente de la de Córdoba y añade:”Ya estoy en Sevilla, en la traslación de nuestras monjas, que han comprado unas casas principalísimas, que aunque costaron casi catorce mil ducados, valen más de veinte mil. Ya están en ellas, y el día de San Bernabé, pone el Cardenal el Santísimo Sacramento con mucha solemnidad”. Además de la alegría que muestra fray Juan por este acontecimiento hace ver su buen ojo clínico en cuestión de economías. Se trasladaron de la calle de la Pajería a la que siguen ocupando todavía en nuestros días en la calle santa Teresa, barrio de Santa Cruz.
La Santa en el libro de las Fundaciones capítulos 23 al 26 habla de la fundación de Sevilla, siendo su mejor cronista; y a Juan de la Cruz le tocó contar solo lo del traslado. Aparte lo que han dejado dicho estas dos plumas hay un dato, hasta ahora inédito, de gran importancia. Lo cuenta Gregoria Francisca de Santa Teresa, la famosa descalza, mística y poetisa, que en un libro manuscrito comenzado en 1689 dice, después de transcribir las palabras de la carta del santo alusivas al traslado del convento: “Dícese también por tradición antigua de unas religiosas en otras que el día en que entraron en esta casa inmediatamente fue nuestro santo Padre a la reja del coro donde les hizo una plática tan admirable que la Madre Juliana de la Madre de Dios, hermana de nuestro Padre Gracián, que era entonces novicia y muy niña, oyendo aquella celestial doctrina se quedó arrobada y queriéndola llamar la Madre Priora, mandó el santo la dejasen hasta que volviese en sí, después de lo cual la llamó al confesonario, donde la habló despacio y la predijo, aunque en confuso, lo mucho que había de padecer su hermano, y la confortó y animó para estos trabajos, de lo cual hacía memoria la V.M. después cuando los experimentó”.
Juan de la Cruz, especialmente durante su mandato de Vicario Provincial de Andalucía (1585-1587) visitó los conventos de las hijas de Santa Teresa tratando de cumplir el encargo que le había dado la madre fundadora de que atendiese a sus hijas. Y no en vano, Alonso de la Madre de Dios, el biógrafo del Santo, dejó escrito hablando de san Juan de la Cruz: “No ha tenido la Reforma ni tendrá persona que más haya amado y procurado la perfección de sus descalzas”.