La vida terrena de la Madre María de San José puede compendiarse en estos cinco nombres que jalonan los períodos más característicos y fundamentales de su existencia: Toledo, donde nace; Malagón, donde toma el hábito carmelitano; Sevilla, que marca el apogeo de su predilección por parte de Santa Teresa; Lisboa, donde madura su experiencia, florece su pluma y se arrebola su santidad con los fulgores de mil cruces.
Toledo
María de San José (Salazar) nació en la Ciudad Imperial en 1548. Sus padres, oriundos de Molina de Aragón, en la actual provincia de Guadalajara, se llamaron según noticias, Sebastián de Salazar y María de Torres, y según otros, Pedro de Velasco y María de Salazar. Algunos escritores la han confundido con María de San José (de Avila), hermana de Julián de Avila y una de las cuatro primitivas del monasterio de San José, pero que ni salió de Avila ni escribió nada; y otros con María de San José (Gracián o Dantisco), hermana del P. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, natural de Madrid, profesa de Valladolid y muerta en Consuegra.
Nuestra María vivió ya des de niña en el palacio aristocrático de doña Luisa de la Cerda. Por el mes de enero de 1562,cuando Santa Teresa, monja de la Encarnación de Avila y en vísperas de comenzar sus aventuras fundacionales, fue enviada por el provincial de Castilla a Toledo para consolar a doña Luisa en la terrible prueba de la muerte prematura de su marido, se encontraron por primera vez y quedaron mutuamente prendadas estas dos almas que tantos destinos comunes -gozosos y dolorosos- habían de recorrer por el bien de la Reforma Carmelitana. María, todavía casi una niña, pudo admirar la santidad extraordinaria, la humildad profunda y la exquisita amabilidad de la Madre Teresa. Hasta los éxtasis y arrobamientos místicos de la santa contempló algunas veces, mirándola y espiándola, con sus compañeras de servicio, por entre la puerta de su celda en el palacio de doña Luisa. La Madre Teresa, por su parte, descubrió pronto el encanto y las hermosas cualidades de naturaleza, carácter e ingenio de la joven Salazar, y, envolviéndola en las suaves redes de su amor y simpatía a lo largo de los seis meses que pasó en la casa de doña Luisa de la Cerda, la fue cautivando poco a poco para sus palomares reformados. El nacimiento de su vocación religiosa y el progreso doloroso y purificador de la misma hasta su triunfo definitivo en ocasión de la segunda visita de la santa a Toledo de paso para la fundación de Malagón en febrero de 1568, los describe la misma Madre María en su Libro de Recreaciones con palabras sinceras y elocuentes, y los testimonian con acentos vibrantes las primeras poesías compuesta por ella desde cuando apenas contaba catorce años.
Malagón
Por fin, el 9 de mayo de 1570, “andando en veinte y dos años, día del glorioso san Gregorio Nacianceno”, María de Salazar tomó el hábito de carmelita descalza bajo el nombre de María de San José en el convento de Malagón, perteneciente a los feudos de su antigua señora doña Luisa de la Cerda. El contento y la dicha de aquel día permanecieron inalterados en ella a través de las más extrañas vicisitudes de su vida, tanto que, como ella testifica, “ni por un momento le pasó por el pensamiento” arrepentirse o sentir hastío de su entrega religiosa. Profesó el 11 de junio de 1571, dejándonos reflejados en delicadas composiciones poéticas que han llegado hasta nosotros, los sentimientos de aquel día y los fervores de sus primeros tiempos de profesa.
Sevilla
No llegaron a cuatro los años que la joven María de San José pasó de profesa en el monasterio de Malagón a principios de febrero de 1575 la Madre Fundadora, en una de aquellas maravillosas redadas de monjas que solía hacer por los conventos para reclutar el personal de sus nuevas fundaciones, se la tomó consigo. La caravana de las Descalzas llegó a Beas el 16 de febrero, y el 24 del mismo mes, fiesta de san Matías, se inauguró la fundación con Ana de Jesús como priora. María de San José que en los designios de santa Teresa había sido escogida para priora de la futura casa de Caravaca, tuvo que esperar en Beas acompañando a la Santa tres meses más, mientras se arreglaban las cosas de la fundación, y después, cambiados los planes por la venida del P. Gracián, mientras se hicieron los preparativos para la marcha a la fundación de Sevilla. A mediados de abril tuvo lugar en Beas el primer encuentro personal de santa Teresa con el P. Jerónimo Gracián, encuentro verdaderamente trascendental para ambos, no menos que para la historia de la entera Reforma carmelitana. María de San José vivió con emoción aquellos días y unos dejó una relación interesante de ellos en su Libro de Recreaciones.
El 18 de mayo la Madre Fundadora, sus monjas y los sacerdotes y seglares acompañantes emprendieron desde Beas con dirección a Sevilla uno de los viajes más famosos y conocidos de todas las andanzas fundacionales de santa Teresa. María de San José, en una relación llena de vigor y plasticidad, ha inmortalizado sus principales etapas y peripecias: el ensimismamiento y las gracias místicas de la Madre Teresa en las frondas sombreadas de Santisteban y en la recogida ermita de Ecija por Pascuas del Espíritu Santo, la aventura angustiosa del Paso del Guadalquivir aguas debajo de Espeluy, el azaroso paso de los carros por el puente romano de Córdoba y las pintorescas escenas de las ventas de Alcolea y de Albino. El 26 de mayo estaban en Sevilla y el 29, fiesta de la Santísima Trinidad, se dijo la primera misa, inaugurando así la fundación andaluza, que había de ser par la M. María de San José el primer palenque de sus excelentes cualidades de gobierno y la primera gran cruz de su calvario. La santa le encomendó el oficio de priora, que después le fue confirmado por la elección de las monjas.
Seguir ahora a la Madre María detalladamente en todos los trabajosos años de su estancia sevillana, sería anticipar muchas páginas de los escritos que siguen. Bástenos, pues, redactar una sencilla cronología de los mismos, que haga fácil la comprensión del relato de la Madre.
Año 1575
El 29 de mayo, como dijimos, queda establecida la fundación. Con María de San José como priora. La Santa continúa en Sevilla.
El 12 de agosto desembarcan en Sanlúcar los hermanos y sobrinos de la santa que vienen de América. Pronto llegarán a Sevilla, donde Lorenzo de Cepeda ayudará providencialmente con su dinero e influencia a la nueva fundación, y su hija Teresita, admitida por su santa tía en la comunidad tras la insistencia de la priora María de San José, hará las delicias del convento.
En diciembre una novicia, María del Corro, salida de las descalzas, presenta acusaciones escandalosas y ridículas contra ellas ante la Inquisición. Tras las engorrosas e inevitables molestias de exámenes e investigaciones por parte del santo tribunal, la santa, la priora y las monjas son absueltas de toda acusación.
Año 1576
El 5 de abril se hacen las escrituras para la nueva casa de la fundación sevillana, y el 3 de junio se llevó a cabo la solemne traslación de la comunidad a ellas. Un incendio ocurrido por la explosión de uno de los cohetes con que se solemnizaba la fiesta, estuvo a punto de convertir en pavesas la casa apenas inaugurada. Al día siguiente a las dos de la mañana salió de Sevilla santa Teresa, acompañada de sus familiares, con dirección a Castilla. La Madre Fundadora y María de San José ya no se vieron más en este mundo, pero siguieron unidas con los vínculos de una correspondencia frecuente e íntima que ha llegado en gran parte hasta nosotros y que testimonia de manera inequívoca la finísima amistad que unió aquellas dos almas hasta el final de sus vidas. Antes de partir la santa, había obtenido la inteligente priora que el lego carmelita fray Juan de la Miseria hiciera de ella un retrato, y el cuadro quedó en Sevilla para consuelo de las hijas en la ausencia de su santa Madre.
Año 1577
El 18 de marzo muere en el convento de las descalzas la hermana Bernarda de San José, pronunciando devotamente su profesión “ in artículo mortis”, y dejando un aroma de santidad que recogerá santa Teresa en sus cartas.
En el mes de julio vuelven de Paterna a su convento de Sevilla las tres religiosas descalzas que en noviembre del año anterior habían pasado a reformar aquella comunidad de carmelitas calzadas.
Año 1578
En el mes de diciembre llega a su culmen el ahogo de persecuciones y calumnias contra las descalzas de Sevilla y especialmente contra su priora María de San José. La desgraciada colaboración de un visitador apasionado (el Provincial calzado fray Diego de Cárdenas), de un confesor de cortos alcances (el sacerdote Garciálvarez) y de dos monjas tontilocas (Beatriz de la Madre de Dios y Margarita de la Concepción) dieron por fruto la destitución y encarcelamiento de la priora María de San José, el nombramiento de Beatriz, una de las acusadoras, por vicaria de la casa (la “negra vicaria” que la llamó la santa) y la presentación ante la Inquisición de un memorial de acusaciones innoblemente recogidas contra María de San José, contra el P. Gracián y contra la misma actuación de santa Teresa durante el tiempo de su permanencia en Sevilla.
Años 1579-1584
La persecución contra las descalzas ha hecho crisis, y desde abril de este año comienzan a soplar para ellas vientos más favorables. El 28 de junio de 1579 por decreto del nuevo Superior de los Descalzos, fray Angel de Salazar, es restituida María de san José a su oficio de priora de las monjas de Sevilla. El 9 de enero del año siguiente es reelegida al mismo cargo por los votos unánimes de la comunidad. Ha vuelto la serenidad y la paz al martirizado monasterio de descalzas de Sevilla. En este ambiente se saborean los gozos y los dolores comunes a toda la Descalcez: la constitución de provincia aparte, con la elección del P. Gracián como primer provincial, en el Capítulo de Alcalá de 1581, y el luto y orfandad de toda la familia reformada por la muerte de la Madre Fundadora en octubre de 1582.
En 1583 el caballero francés Juan de Quintanadueñas de Brétigny, en sus primeras exploraciones en busca de monjas carmelitas descalzas para una posible fundación de la Reforma de la Madre Teresa en Francia, baja hasta Sevilla e invita formalmente a María de San José para tal empresa. Pero la invitación no tiene efecto, a pesar de que en ésta y en otras ocasiones posteriores manifestó la M. María a este respecto su adhesión personal más entusiasta. En contrapartida tuvo efecto el llamamiento que se le hizo poco más tarde desde tierras portuguesas.
Lisboa
Como en Sevilla, la Madre María de San José fue también fundadora y primera priora del monasterio de Lisboa. Los años pasados en la capital portuguesa fueron exactamente el doble de los que había transcurrido en la ciudad andaluza: dieciocho, y dobladas también fueron las contradicciones y persecuciones que aquí descargaron sobre ella. Bien puede decirse que los trabajos y cruces de Sevilla no fueron más que un ensayo con que el Señor la había preparado para los que tenía que soportar en Lisboa, con el agravante de que entonces habían sido principalmente los extraños quienes se lo procuraron, mientras ahora las contradicciones provenían de los mismos Superiores de la Reforma. Lisboa significa para María de San José su más elevado candelero y su crisol supremo: aquí brillaron más que en ninguna otra parte sus maravillosas dotes de gobierno y de gentes, aquí ejercitó su magisterio monástico y espiritual más refinado con la composición de casi todos sus escritos; aquí probó hasta las heces las amarguras de mil pruebas, y su figura y su memoria quedaron arreboladas para siempre con los resplandores de la cruz abrazada con verdadero enamoramiento.
Año 1584
El 10 de diciembre parte la M. María de Sevilla con las demás monjas escogidas para la fundación portuguesa, acompañadas por los Padres Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, provincial, Antonio de Jesús, prior de Los Remedios en la capital andaluza y Ambrosio Mariano de San Benito, prior de los descalzos de Lisboa, que había ido a llevarlas. La última etapa del viaje fue por mar, desembarcando en Lisboa cuando repicaban las campanas del mediodía en la víspera de Navidad. Las monjas asistieron a los maitines cantados y a la misa del gallo en la iglesia de los Descalzos, y al día siguiente, fiesta de Navidad, a las ocho de la mañana, por indicación de fray Luis de Granada y deseo del cardenal príncipe, fueron recibidas y hospedadas en el monasterio de dominicas de la Anunciada, donde se hallaba en todo su apogeo milagrero sor María de la Visitación, la famosa monja de las llagas.
Año 1585
María de San José con sus descalzas permaneció en la Anunciada hasta el 19 de enero en que se trasladaron a la casa que el P. Ambrosio Mariano les había procurado para convento: cerca del mar, en lugar eminente y con hermosas vistas, dominándose desde ellas la ría y desembocadura del Tajo y gozándose desde sus alturas los panoramas maravillosos de valles y montes que coronan el mar de la otra parte. Cantó la primera misa, predicó y puso el Santísimo Sacramento el P. Gracián, provincial. La fundación quedó hecha bajo el título y la advocación de San Alberto y San José.
Antes de despedirse de las dominicas de la Anunciada, firmaron con ellas una escritura o carta de hermandad en que ambas comunidades se intercambiaban, en fraterna reciprocidad, sus oraciones, sus mortificaciones, sus ansias de apostolado por la conversión de los infieles y herejes. En el mes corto que había durado la permanencia de las descalzas en el convento de las dominicas, María de San José, con su vista de lince, había ya olfateado y descubierto la falsedad de las llagas y demás fenómenos “místicos” de sor María, corrigiendo en esto a fray Luis de Granada y adelantándose unos meses al severo juicio condenatorio de san Juan de la Cruz.
El 25 de abril, por votación unánime de la comunidad, María de San José fue confirmada en el oficio de priora de las descalzas que ya ejercitaba desde su llegada a Lisboa.
El 10 de mayo se abría en la capital lusitana el segundo capítulo provincial de la Reforma. Por el locutorio de las Descalzas debieron ir pasando aquellos días los prohombres de entre los capitulares, uno de ellos fray Juan de la Cruz. Sale elegido Provincial el P. Nicolás de Jesús María (Doria), en pugna abierta con la persona y los métodos de gobierno del P. Gracián. Se presiente en la noche que avanza el primer Getsemaní de María de San José.
AÑOS 1587-1588
En la vida de la Descalcez muchas cosas han cambiado y muchas tragedias se encuentran ya en pleno desarrollo o por lo menos en germen. El P. Doria no es ya provincial, sino Vicario General de la Congregación de Carmelitas Descalzos; el gobierno de la Consulta, con él a la cabeza, comienza a controlar inexorablemente la vida de casas, religiosos y monjas de toda la Reforma; el P. Gracián privado de todos sus oficios y sometido a severos procesos, ha recibido el mandato de embarcarse cuanto antes para Méjico, pero este último plan fracasa, y una intervención personal del príncipe cardenal Alberto virrey de Portugal le hace volver honrosamente a Lisboa. Allí destaca como siempre por su actividad apostólica, por su brillantez de púlpito y su don de gentes. Pero son las últimas boqueadas de una lámpara que está para extinguirse en el Carmelo. Sumo disgusto en los Superiores de la Consulta por su venida. Pero la víctima por entonces es María de San José, a quien se atosiga con cartas, preceptos, cuestionarios de preguntas capciosas, y a quien se acusa de ser la confidente del Padre y de haber agenciado, contra toda obediencia, su venida a Portugal.
Año 1589
El 25 de mayo desembarcan en Lisboa los ingleses. La priora de San Alberto y sus Descalzas han hecho voto de no salir de clausura ante la invasión de los herejes, dispuestas a morir por la fe en sus puestos, como los valientes. Tan sólo una orden de la autoridad eclesiástica las obliga a ponerse a salvo. Compuestas las cosas, con la derrota de los invasores, y antes de que las monjas dominicas de la Anunciada – que también habían tenido que huir de su clausura- volvieran a encerrarse en su convento, fueron invitadas a pasar unos días en el de las Descalzas. La Madre María, priora, las recibió con versos y agasajó con mil regalos, queriendo así pagar de alguna manera el hospedaje cariñoso que habían recibido de las dominicas al principio de su venida. Pero para estas fechas habían sido ya desenmascarados públicamente por la Inquisición los embustes de la monja de las llagas.
Años 1590-1593
El 17 de enero de 1590 acaba la Madre María su oficio de priora. A lo largo de todo este año y del siguiente tiene lugar el famoso conflicto entre las monjas carmelitas, de una parte, capitaneadas por Ana de Jesús y María de San José, y el P. Doria con su Consulta, de la otra. Con objeto de conservar incólumes las Constituciones que habían recibido de Santa Teresa y librarse de las continuas y molestas ingerencias de la Consulta hasta en las últimas minuciosidades de su gobierno, las monjas habían acudido al Papa, obteniendo de él por medio de un Breve, la confirmación de sus leyes y la concesión de un Comisario propio que las gobernase. El P. Doria, mientras impedía con todas sus fuerzas la aplicación del Breve y procuraba su anulación, dirigió una terrible filípica a las descalzas, acusándolas de rebeldía y de amantes de libertades, y amenazándolas con abandonarlas a su suerte, levantar la mano de la Orden de su gobierno y desentenderse de su cuidado espiritual. La confusión que esta medida sembró en los conventos de las Descalzas fue indecible. A la carta del P. Doria “respondió la M. María con el valor y celo acostumbrados por medio de un tratado que compuso alentando a las que perdían la vida en aquella empresa”.
En 1591, tras el capítulo del mes de junio, la Consulta salió decidida a acabar con sus opositores y los que no se habían plegado a sus métodos en la cuestión de las monjas. Fueron éstos: San Juan de la Cruz, fray Jerónimo Gracián, Ana de Jesús y María de San José. A fray Juan de la Cruz se le deja sin oficio y se le da orden de preparar el viaje del destierro para Méjico; esto oficialmente, porque al margen de toda legalidad se le hace un proceso infamatorio, que miraba a quitarle el hábito y a expulsarle de la Orden; sólo la muerte, llegada providencialmente tan a tiempo, pudo romper el nudo de tantas marañas, lanzándole a las esferas de la inmortalidad y de la gloria. A Jerónimo Gracián se le expulsa de la Orden vergonzosamente en 1592. Ana de Jesús y María de San José siguen un mismo itinerario en la desgracia, la primera en Madrid, la segunda en Lisboa. María de San José queda privada de voz y voto por dos años, recluida en la cárcel conventual, por un año, incomunicada de palabra y por escrito, y sin posibilidad de oír Misa fuera de los domingos y de comulgar sino raramente. De este año de frío enterramiento en vida ha llegado hasta nosotros el lastimoso y desgarrador lamento que brotó de su alma y de su pluma el día de Viernes Santo de 1593, privada también aquella mañana de la asistencia consoladora a los oficios de la Pasión del Señor.
Años 1594-1600
Con la muerte del P. Doria en 1594, volvió a renacer en la Reforma carmelitana la paz y la tranquilidad de que tanto se necesitaba, y la Madre María gozó de ella durante los seis años que el P. Elías de San Martín gobernó la Orden como primer electo de la misma (1594-1600)
En 1595 el arzobispo de Evora quiso traer de Lisboa a la M. María para que reformara el convento del Niño Jesús de aquella ciudad, pero la humildad de la Madre declinó la invitación.
El 21 de febrero de 1597 fue elegida de nuevo priora de San Alberto, acabando este oficio el 6 de abril de 1600.
Cuerva
Pero este año de 1600 los vientos de la fortuna se volvieron de nuevo cuando al pacífico P. Elías de San Martín sucedió en el generalato de la Orden el P. Francisco de la Madre de Dios (1600-1607) que instauró con nuevo vigor la rigidez de ideas y de métodos del P. Doria.
En 1603, el cataclismo de la prueba se precipitó definitivamente sobre la ilustre Descalza. Por orden del P. General y bajo pretextos oscuros que la historia todavía no ha logrado dilucidar, la Madre María fue sacada de su convento con el mayor sigilo y rapidez, y haciéndola subir a la barca que estaba preparada en la ría al pie del mismo de los acantilados del monasterio de San Alberto, la condujeron hasta Aldea Gallega, y desde allí en una litera, acompañada y custodiada por dos Padres, jinetes en sendas cabalgaduras, con dirección a Castilla. El 7 de septiembre llegaron a Talavera de la Reina. La M. María, con la M. Blanca de Jesús que había sido también traída del convento de Portugal, se hospedó en el monasterio de las Descalzas. Ocho días después se recibió un nuevo y más severo mandato del P. General, y, dejando en Talavera a la Madre Blanca que debía volver a Sevilla, donde había profesado, la Madre María de San José salió para el destierro que le habían señalado en el apartado y olvidado convento de Cuerva. La frialdad con que fue recibida por la Madre priora de la casa completó la terrible soledad en que su alma se veía sumida.
Finalmente, el 19 de octubre de 1603, domingo, a las 9 de la noche, roto el corazón por tantos sufrimientos, habiendo recibido con gran fervor los Santos Sacramentos y asistida por el p. Alonso de Jesús María, con la placidez y entereza de toda su vida, “murió santísimamente” esta verdadera hija de santa Teresa, a los 55 años de edad.
“Pasados algunos años después de su muerte, fue el Padre fray Alonso de Jesús María a Cuerva, desenterró el cadáver y le halló entero, fresco y con un olor de cielo que maravilló a todas las religiosas y al mismo P. General. En vista de esto, le puso en un lugar más decente y autorizado y cantó un Te Deum. Cuando en 1633 el P. Esteban de San José visitó los conventos de Portugal, prometió a las Descalzas de San Alberto un brazo de la Venerable. Las cuestiones políticas que luego hubo entre ambos reinos impidieron su ejecución, que ya no se cumplió más. Hoy ni siquiera saben las religiosas de Cuerva dónde reposa la Venerable. Creen que en el traslado que se hizo en el siglo XVII de los restos de las primeras Descalzas del coro antiguo al nuevo y se depositaron en una sepultura común, estarían también los de la Priora de Lisboa. Esto, sin embargo, es difícil casarlo con la incorruptibilidad de su cuerpo y su colocación en tiempo del Padre Alonso en sitio aparte”.
María de San José (Salazar) O.C.D.
“Escritos Espirituales”. P. Simeón de la Sagrada Familia