La pobreza y la humildad. “Parezcámonos, hijas mías, en algo a la gran humildad de la Virgen Santísima, cuyo hábito llevamos, que es motivo de confusión llamarnos hijas suyas; que por mucho que parezca que nos humillamos, nos quedamos muy cortas para ser hijas de tal Madre” (C 13, 3).
Presencia activa en el itinerario espiritual en el Castillo Interior.
Intercesión por los pecadores
Sus dolores y tormentos. “Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor, fueron los de mayores trabajos. Miremos lo que pasó su gloriosa Madre” (VII M 4, 5).“No pienses, cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de aquellos contentos sin grave tormento. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, le dio mi Padre clara luz para que viese lo que yo había de padecer” (Cc 26ª, 1).
Ejemplo y modelo de todas las virtudes. “Mas bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia; y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen, Madre suya, cuyo hábito indignamente traigo y traéis vosotras.
Alabadle, hijas, que lo sois verdaderamente de esta Señora, y así no tendréis por qué afrentaros de que yo sea ruin. Pues tenéis tan buena madre, imitadla y considerad qué tal debe de ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por patrona, pues no han bastado mis pecados y ser la que soy, para deslustrar en nada esta sagrada Orden” (III M 1, 3).
Es la Esposa de los Cantares: “¡Oh, Señora mía, con cuánta exactitud se puede entender de Vos lo que pasa con la esposa del Cantar de los Cantares! Y así podéis ver, hijas, en el oficio de nuestra Señora, que rezamos cada semana, lo mucho que hay en él en las antífonas y lecturas” (Mdt C 6, 7-8).
La maternidad espiritual con el Carmelo. Teresa se hace eco de toda la rica espiritualidad mariana de la Orden, tal como en el siglo XVI la expresaban la tradición histórica, las leyendas espirituales, la liturgia carmelitana, la devoción popular, la iconografía carmelitana. La llama: Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de sus miembros. Todo es mariano en la Orden, según Santa Teresa: el hábito, la Regla, las casas.
«Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen… Plega al Señor sea todo para gloria y alabanza suya, y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito traemos» (Vida. 36, 26.28).
Todo como un servicio de la Virgen y una obra en la que ha colaborado la misma Reina del Carmelo: «Nosotras nos alegramos de poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y Patrona… Poco a poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa Virgen y su Hijo…» (Ib. 29,23.28).
“Pasados algunos días, considerando cuán necesario era si se hacían monasterios de monjas, que hubiesen frailes de la misma regla, escribí a nuestro Padre General una carta suplicándoselo lo mejor que yo supe, dando las causas por donde sería gran servicio de Dios, y que los inconvenientes que podía haber no bastaban para dejar tan buena obra, y poniéndole delante el servicio que haría a nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debió de ser la que lo tramitó” (F 2, 5).
“Gran cosa es lo que agrada al Señor cualquier servicio que se haga a su Madre” (F 10, 5).
“Quiera nuestro Señor, hermanas, que nosotras vivamos como verdaderas hijas de la Virgen y guardemos nuestra consagración, para que nuestro Señor nos haga la merced que nos ha prometido, amén” (F 16, 7).