En Linares nace, a mediados del siglo XX, un Carmelo que tuvo su origen en una inspiración de la Madre Ana de San Agustín (Ortega Mesa), de la comunidad de Jaén, quien sentía que el Señor le pedía que fundara un nuevo convento.
Tras algunos intentos de fundación en Picasent (Valencia), acertó a ir a Jaén la Hermana Clemencia de Jesús, carmelita descalza de Baeza, natural de Linares. Allí en Jaén compartió con la Madre Ana el proyecto y decidieron llevarlo a cabo juntas en la ciudad de Linares donde, a pesar de ser grande, no había ningún convento de vida contemplativa. También les animó el ideal ecuménico de rogar por la unión de los hermanos separados quienes tenían bastante acogida en la ciudad.
El Obispo de Jaén, Doctor D. Félix Romero Mengíbar, aprobó la idea y autorizó la fundación. La Madre Ana fue a Baeza en febrero de 1958 a recoger a Hermana Clemencia, yendo ambas a Linares para hacer las gestiones necesarias para la fundación, hospedándose mientras tanto en el colegio de la Institución
Teresiana donde les facilitaron toda la ayuda y les mostraron todo su apoyo y cariño volcándose con ellas.
Un grupo de bienhechores, admirados de la fe de la Madre Ana que con gran confianza en la Divina Providencia llevaba tan sólo seiscientas pesetas para la fundación, les ayudaron desde el principio, tomando la fundación como algo muy suyo, especialmente D. Fidel Faba Magán y su señora Dª Amparo Martín Arboledas, quienes donaron el terreno, situado en la Avda. de los Marqueses de Linares. Más tarde, el Ayuntamiento concedió que una de sus calles se pudiera llamar Calle Carmelo de Santa Teresa,
encontrándose el convento en el número 1 de dicha calle.
Un grupo de señores que formaban el patronato, y todo el pueblo de Linares, comenzaron a recolectar fondos para realizar las obras en las que actuaría como contratista de la edificación, tanto del convento como de la iglesia, D. Alfonso Roldán. La casa provisional en la que estuvieron instaladas, cedida por Dª Mercedes Rodríguez, estaba situada en la Plaza de Ramón y Cajal, donde según cuentan las crónicas, se hospedó nuestra Santa Madre Teresa de Jesús a su paso para la fundación de Sevilla.
El grupo fundador estaba formado por la M. Ana de San Agustín (Ortega Mesa) y las Hnas. Mª Teresa de San José (Larraínzar Enécor), Ana María de San José (Carrasco Cejudo) y Hna. Mª Encarnación de la Cruz (Ribes Aparisi) todas del monasterio de Jaén. Del monasterio de Baeza fueron las Hnas. Clemencia de Jesús (Martínez González) y Ángela de San José (Aíbar Ardoy). El número se completaba con dos Hnas. del monasterio de Beas de Segura: M. Eulalia de San Miguel (Abascal Varela) y M. Florentina del Santísimo Sacramento (Rodríguez Dopereiro). Completo ya el número de monjas, el Prelado diocesano nombró Presidenta a la Madre Ana de San Agustín, dándole facultades para que proveyera todos los oficios.
Reunidas en Capítulo, la Madre Ana nombró como Supriora y primera clavaria a la M. Florentina, como segunda clavaria y maestra de novicias a la Hna. Ana María y tercera clavaria a la Hermana Clemencia.
La inauguración oficial fue el 29 de julio de 1959, se bendijo la Capilla, se celebró la primera Misa y se reservó el Santísimo Sacramento. Actuó en la ceremonia el P. Domingo de Santa Teresa, carmelita descalzo, en representación del Sr. Obispo y fue nombrado primer capellán D. José Fernando Jiménez García. El 27 de febrero de 1961 comenzó la construcción del convento bajo la dirección del arquitecto D. Enrique Bonilla Mir quien hizo los planos y siguió dirigiendo las obras gratuitamente.
La comunidad se trasladó el 14 de julio de 1962, faltando por construir el noviciado y la iglesia. Al día siguiente bendijo las instalaciones el Sr. Obispo Monseñor Romero Mengíbar y el 16 de julio, Solemnidad de Nuestra Madre Santísima del Carmen, se hizo la inauguración solemne presidiendo el mismo Prelado, con asistencia de todos los sacerdotes de Linares, los novicios de la provincia de Andalucía, los señores que formaban el patronato y numerosos fieles.
La Comunidad de Linares vive llena de ilusión y esperanza estos “tiempos recios” en que “son menester amigos fuertes de Dios”, pues así como en tiempos de Teresa de Jesús, una constelación de santos dio un fuerte impulso a la Iglesia, a la evangelización, así ellas con grandes deseos de santidad sueñan con abrir caminos al Evangelio, saliendo al encuentro de las mujeres y hombres de nuestro tiempo para mostrarles desde la sencillez de su vida, la belleza de la vida cristiana que Santa Teresa supo vivir y transmitir.