La jovialidad y la transparencia y, al mismo tiempo, la sabiduría original y la fortaleza son algunos de los rasgos de esta santa, joven y popular, del Carmelo. Thérèse Martin nació el 2 de enero de 1873 en Alençon, Francia. A los pocos años, la familia se trasladó a Lisieux, tras la muerte de la madre a los cuatro años Teresita.
En abril de 1888 ingresó en el Carmelo de Lisieux, “sólo por Jesús”. La habían precedido sus dos hermanas mayores. El franciscano Alexis Prou la empujó “a velas desplegadas sobre las ondas de la confianza y del amor”. A sus 18 años descubre fascinada las enseñanzas de San Juan de la Cruz. Por encima de todo es la Palabra el Dios, especialmente el evangelio, su alimento espiritual. La enfermedad de su padre es motivo de grandes sufrimientos morales.
Misionera siempre, el carteo antológico con sus dos hermanos espirituales, misioneros, Maurice Bellière y Adolphe Roulland, la pone en contacto con la dimensión excepcional de la Iglesia evangelizadora. Esta presencia se refuerza con la perspectiva de que pueda ser enviada al Carmelo de Saïgon y de Hanoï en Cochinchina (Vietnam), proyecto que no se lleva a efecto debido a la enfermedad. Por vivencia propia y como ayudante de la maestra de novicias adquiere una experiencia admirable de cómo Jesús se comunica directamente con las almas. Sintiendo el atractivo de varias vocaciones, la caridad le dio la llave de su vocación contemplativa en la Iglesia: “En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor … Así seré todo…” (Ms B 3vº).
El descubrimiento de su vida es el de Dios como Amor misericordioso, al que se va por la confianza y la sencillez, permaneciendo siempre en la humildad y la pobreza espiritual.
Por la Pascua de 1896 se manifiesta la enfermedad grave, mortal. Al mismo tiempo, entra en una desoladora noche espiritual, que dura hasta su muerte. Constatando su propia experiencia, tiene comprensión por los ateos, a los que ahora siente doblemente como “hermanos”. En la enfermería conventual, su hermana M. Inés de Jesús comienza a anotar las palabras, las observaciones, de la enferma, que constituyen las Últimas Conversaciones. En la tarde del 30 de septiembre de 1897 muere con las palabras: “Dios mío, os amo”.
La “Historia de una alma” o los “Manuscritos autobiográficos” es el libro religioso más leído después de la Biblia en la Iglesia del s. XX. Origen de innumerables vocaciones religiosas sacerdotales y religiosas, de muchas conversiones. Son importantes sus cartas, algunas poesías, teatrillos de veladas conventuales, oraciones. También están publicadas sus fotografías auténticas.
Fue calificada como “la santa más grande de los tiempos modernos” (San Pío X). Pío XI la consideró “la estrella de su pontificado”, que la canonizó el 25 de mayo de 1925, proclamándola el 14 de diciembre de 1927 patrona universal de las Misiones. Con la bula “Divini Amoris scientia” el 19 de octubre de 1997 el Papa Juan Pablo II la proclamó doctora de la Iglesia.