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En la canción primera del Cántico espiritual:

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
Habiéndome herido;
Salí tras ti clamando, y ya eras ido.

San Juan de la Cruz nos habla de una herida hecha por el Amado al alma; el Amado ha huido y el alma se queda clamando. En la canción nueve:

¿Por qué, pues has llagado
Aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿Por qué así le dejaste,
Y no tomas el robo que robaste?

 El alma sigue buscando el descanso en el que le ha llagado, sigue anhelando la presencia del Amado y le pregunta, como quien habla a solas, por qué no le ha sanado ésta herida, lo dice con el corazón lleno de lo que ama, de lo que realmente le da sentido a su vida.

El alma en el encuentro con Jesús, es herida y busca incansable a Aquel que le ha herido, lo hace sin descanso, sin pensar en lo que hay a su alrededor, sino es para preguntarle por su Amado, esa ha de ser nuestra actitud frente a los otros, en cada uno mirar el rastro de la huella de Dios que nos ha creado a su imagen y semejanza, en ellos atendemos y amamos Al que tanto nos ama; el alma enamorada solo encuentra descanso en su Amado, en contemplarle y amarle, lo podemos decir con el Cantar de los Cantares: “busqué el amor del alma mía, lo busqué sin encontrarlo, encontré el amor de mi vida, lo he abrazado y no lo dejaré jamás”. El alma herida de amor, busca hasta hallarle, y lo abraza cuando lo encuentra en su “centro y mitad” en lo más recóndito de su ser, sí, allí en ese castillo de diamante o muy fino cristal, donde en el centro habita nuestro Ser más anhelado, allí será donde le podamos abrazar completamente sin dejarlo jamás, de allí  brota amar a cada ser en Él y servirle en los otros. Sólo cuándo le encontremos descansaremos.

En esta canción nos atrevemos a preguntar el por qué esta herida no ha sido sanada –¿Por qué, pues has llagado Aqueste corazón, no le sanaste? – nosotros tenemos tendencia a buscar en Dios un amor totalmente distinto, cada uno de una manera, pero el Amor se Crucificó y Resucitó por nosotros, sólo en este encuentro con Jesús llegamos a la respuesta de no ser sanada la herida; pero si miramos a nuestro alrededor, el fuego para que dé calor  hay que mantenerlo vivo, así es esta herida, hay que mantenerla viva, necesita no ser sanada para vivir constantemente con el corazón despierto para buscarle; si no es sanada sabemos que está allí, porque duele, pero no es un dolor que moleste, antes es deseado; cuando somos heridos por este Amor, es imposible ya sanar, por eso dice el mismo San Juan de la Cruz: “porque de esta manera el corazón que está llagado con el dolor de tu ausencia, sanará con el deleite de tu dulce presencia”. A mi juicio, esta presencia solo es verdaderamente contemplada en el Encuentro Definitivo con Jesús, donde lo veremos tal cual es.

Siguiendo la canción nueve dice: “ Y pues me le has robado (el corazón), este es un robo necesario para cada uno de nosotros; es un robo que deberíamos desear, pues es sacarnos de nosotros mismos, de nuestra nada para hacernos felices; “por eso el que está enamorado se dice tener el corazón robado o arrobado de aquel a quien ama, porque le tiene fuera de sí, puesto en la cosa amada; y así, no tiene corazón para sí sino para aquello que ama”. Y lo mejor es que quien le ha robado conoce mejor que nosotros que es lo que nos hace feliz.

Pero quedémonos mejor con la terminación de la canción:

“¿Por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?”

Ojalá que todos lleguemos a vivir en un ansia de amor tal que sólo deseemos buscar a Jesús, sin miedo a lo que vayamos encontrando en nuestro camino, ni las fieras, ni las flores, somos lo que somos, y lo mejor de todo es que el Amado conoce todo eso y lo ama, porque él nos ha creado, sabe que somos barro; ojalá que le podamos responder manteniendo la herida viva y dejándole hacer en nuestro ser.

Yudis Isabel de la Santa Cruz

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