Sin duda alguna, el avance de las nuevas tecnologías constituye, actualmente, un avance importante para la humanidad en todos los campos. Pero también es necesario tener en cuenta hasta qué punto les permitimos ser nuestras “aliadas” para nuestro crecimiento social y desarrollo humano, y no en detrimento nuestro, cual “becerro de oro” que el mismo hombre ha creado y que, ahora, parece se arrodilla ante su propia obra…

El mismo sistema ha condicionado al hombre, le ha llevado a un consumismo exagerado, le ha creado necesidades que a toda costa busca satisfacer. De esta forma, le crea la necesidad de disfrutar de más tiempo y le ofrece la solución a esta necesidad, incitándole a adquirir la gran variedad de productos que se encuentran en el mercado; esos que, más tarde, le “facilitarán” la vida y le ahorrarán tiempo y hasta dinero.

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Pero, desafortunadamente, muchas personas, cuanto más tiempo tienen, más actividades buscan realizar por la codicia de ganar más para “TENER MÁS”,  sin ser conscientes de que en realidad lo que cada vez tienen es menos: menos descanso, menos salud, menos unión familiar, menos diálogo, menos paz, menos tranquilidad, menos serenidad y, por ende, más soledad y sentimiento de culpa.

Contradictoriamente, al parecer, la misma tecnología que nos proporciona un mejor bien-estar, nos IN-VOLUCIONA como personas, nos DES-HUMANIZA. Cada vez parecemos menos humanos y más máquinas, y todo bajo el supuesto de una mejor calidad de vida, cuando la realidad es que el hombre está destruyendo todo aquello que lo hace humano y todo aquello que lo mantiene con vida (Recursos Naturales y humanos Nº.18,20 y 34 LS ).

¿Será que el hombre (creación de Dios), consciente o inconscientemente, busca destruir todo aquello que le hable de su Creador? ¿Será que aún no comprendemos, o no queremos aceptar, que somos “CREATURAS”, que fuimos creados, con una naturaleza propia? ¿Qué lo somos, al igual que fueron creadas todas las demás creaturas del Universo y, por lo tanto, con el mismo derecho de existir, de disfrutar y de vivir el resto de la creación? Y no sólo por ser parte de la creación (Nº. 33 LS), sino porque todos los seres necesitamos unos de otros (Nº.42 LS), y nosotros, los “humanos”, no somos la excepción, querámoslo o no, también dependemos de la naturaleza, de sus recursos para nuestra supervivencia.

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Y lo curioso de todo esto es que ella misma nos lo da todo, nos provee de lo que necesitamos, se nos entrega. Desgraciadamente, hemos abusado de su generosidad, la hemos prostituido, maltratado, nos hemos aprovechado de ella y no le hemos proporcionado el cuidado necesario ni oportuno. Y, ahora, sufre, gime y se nos muere, y con ella morimos también nosotros, porque no puede darnos más de lo que en ella sembramos; si sembramos muerte, cosecharemos de ella muerte y generaremos un circulo de muerte. Es decir, “recibimos de ella, lo que le damos”, o bien, como lo expresa el Papa  (Nº48 LS) : “El ambiente humano y natural se degradan juntos”. Y, ante esta realidad, ¿qué hacer?, ¿cómo recuperar esa relación filial con ella?

Nuestra Hermana Tierra nos está reclamando un cambio de rumbo (Nº53 LS)… ¿Será que la misma naturaleza nos está queriendo indicar el camino, nos estará aleccionando en sus ya continuas manifestaciones?

Si lográramos entender su lenguaje, traducir sus gestos, escuchar sus gritos, seguramente nos daríamos cuenta que es más poderosa que toda la humanidad armada; con su furia, la que el mismo hombre está despertando, podría hacernos desaparecer enseguida, en un instante. Ya lo hemos visto, y somos testigos: ante su furia, no hay arsenal que valga.

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Sin embargo, pudiéndolo hacer, no lo hace, porque es MADRE, es BUENA MADRE, con otra naturaleza, pero madre, al fin y al cabo, y nos corrige mostrándonos su alcance. Pero, al parecer, no nos enteramos… Y seguimos en contra de ella; la que CAMBIA DE RUMBO, calma su ira y se nos sigue dando, esperando de nuestra parte la misma generosidad y reciprocidad.

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