Si hay momentos en la vida para asombrarse, mirar a lo alto o a lo más profundo de nosotros mismos, y dar gracias porque realmente todos somos hermanos, porque oramos intensamente los unos por los otros, porque se nos regala el inefable misterio de la COMUNIÓN DE LOS SANTOS, ese momento es este que ahora mismo vivimos. Compartimos este precioso testimonio que hemos recibido, dirigido a todas las hermanas de nuestra Federación «Virgen del Carmen» y también a todas aquellas que se asomen a esta ventana digital. No lo presento, porque él lo hace con la mayor sencillez. Jesús: Dios te bendiga, te acompañe en cada momento de tu vida y haga fecundo tu dolor en la Iglesia, en nuestras comunidades, como es tu ardiente deseo. Que la Virgen, nuestra Reina y Señora, te guarde siempre en su Corazón de Madre.
Queridas Madres Carmelitas:
Mi nombre es Jesús, tengo 45 años, casado y en la actualidad trabajo como sacristán en la iglesia del Santo Niño del Remedio en el centro de Madrid.
En febrero del año pasado me operaron de un tumor maligno testicular. Todo fue bien hasta que me hicieron un TAC y descubrieron que tenía metástasis. Después me hicieron una biopsia y analizando vieron que lo que tenía realmente era un Sarcoma de Kaposi, aunque lo raro de todo esto, es que no tengo los síntomas de ese tumor. Tan raro es que mi caso lo están estudiando varias universidades de España y del extranjero. En un principio me pusieron 14 ciclos de quimioterapia. Como no funcionaron, actualmente me están poniendo otros ciclos mucho más fuertes.
Les escribo para contarles una propuesta que hice al Señor en la oración. Ofrezco todos mis ciclos de quimioterapia por el aumento de las vocaciones contemplativas y si el Señor quiere más, las acepto gustoso.
Estuve anteriormente a mi puesto de sacristán del Oratorio del Santo Niño del Remedio, trabajando como demandadero de las Carmelitas Descalzas de Ponzano, en Madrid. Se que es la vida contemplativa y sufro cuando se cierra un convento de clausura. La Iglesia necesita el corazón para funcionar y ese corazón son los conventos de clausura.
Como las religiosas de clausura siempre rezan por nosotros, pensé que mi testimonio las ayudaría a no perder la esperanza de que más temprano que tarde sus conventos volverán a renacer.
Espero que el Señor escuche mi ofrecimiento de mi enfermedad y mueva el corazón de muchos jóvenes a sentir la llamada a la vida contemplativa.
Su hermano. Jesús.