Después de un tiempo largo viendo lo que pasa a mí alrededor me he preguntado ¿has experimentado la muerte?
Si no lo has hecho no has podido experimentar la resurrección. Sí, para resucitar hay que morir, y morir es duro, estar en la verdadera muerte es muy duro; porque en la muerte no eres, dejas de ser completamente, en la muerte no puedes ver y te invaden toda clase de sentimientos, de miedos tan profundos que llegas a tener miedo de ti mismo y te hundes hasta no poder más; y es que realmente no puedes nada porque estás muerto.
Pienso… ¿qué es la muerte?… yo no hablo de una muerte física, no, creo que esa muerte es dulce, pues vas al Encuentro con el Padre, de Ese que jamás te ha cerrado su corazón, aunque tú hayas cerrado el tuyo.
Yo hablo de la muerte del ser, sí, de esa muerte que no sabes controlar, que no puedes controlar, que te supera muchas veces, de esa muerte que hiere profundamente tu ego, que te hunde y realmente no te dejar ser; algunas veces le llaman depresión, crisis por cierta edad, crecimiento excesivo del ego, frustración…y ciertamente esto es muerte y es que esta muerte tiene muchos disfraces que pueden venir de pecados, de heridas profundas en tu historia, de dudas inmensas en tu fe o en la propia vida, caídas de tu imagen o de un falso testimonio sobre ti, o envidias de otros que te van haciendo agujeros que parecen no sanar, el sinsentido de todo… hay miles de disfraces de esta muerte, y en tu mente empiezan a llegar miles de pensamientos contra ti mismo, contra el mundo, contra… y al final te haces daño a ti mismo y no sabes cómo salir, te encuentras en un círculo que recorres todo el tiempo y no te das cuenta que vas en la glorieta sin salir, porque estás muerto y no puedes ver, la salida está frente a ti, pero no la puedes ver; los que te quieren te ven y sufren, te dicen que esperes y muchas otras cosas, pero… la espera es larga y totalmente oscura, porque no ves a Dios y sientes que caminas a oscuras solo, sin rumbo, sin seguridad, sin nada; es cuando llega la desesperación pero… de repente logras entrar en ti, porque los silencios son más profundos, aunque duelan, la sensibilidad para escuchar se agudiza, aunque se sufra con ello, pero entras en ti y en un rayo de luz ves la maravilla que eres, ciertamente no dejas de ver tus debilidades, tus pecados… pero logras ver que con todo eres un ser maravilloso y te puedes abrazar, sabiéndote hermoso y dentro de ti llega la resurrección, sin que reproches tantos días amargos y es cuando el canto del pájaro que siempre ha estado en tu ventana, suena diferente, el sol te acaricia con suavidad, su luz te invade y puedes sonreír y decir con el corazón ensanchado.
¡Sí, estaba muerto, pero tú Señor, en medio de todo, me estás dando la Vida! Y terminas diciendo que quieres seguir y quieres ver en qué termina su obra contigo, aunque sabes que volverá la noche, porque ella es necesaria, pero la muerte tendrá un color diferente, sabes que vendrá la Resurrección, cuando menos las esperas y cuando más la necesitas, porque no estás solo, Él siempre está contigo, aunque sea en silencio.
Yudis Isabel de la Santa Cruz
Estas palabras han sido como enviadas para mí por el mismo Padre en estos momentos, porque así es como me siento, muerta y aunque busco salida como bien dice, no puedo verla. Se que estás conmigo Señor, tiéndeme tu mano.
Gracias!