Entre un océano de vetustos olivares, marca el centro de la provincia jiennense la Comarca de la Loma. Y como miembros de ésta, al Oeste de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, pulmón de Jaén, refulgen las ciudades, cuyos nombres dan la vuelta al mundo y ya son patrimonio de todos. El típico clima continental da frigidez y calor a Úbeda y Baeza que, alzadas unos 750 m. sobre el nivel del mar, son puntos de referencia del «paisaje cultural evolutivo».

Úbeda se enclava entre los valles del Guadalquivir y el Guadalimar, dominando la Loma y asentada sobre un manto de olivos, que son su principal poder económico. Es una ciudad sin prisas, donde el bullicio de sus avenidas modernas deja cabida, y casi monopolio, para una población en la que el reloj y el tiempo cronométrico no se ha impuesto. Basta acercarse al centro, a la famosa Plaza Vázquez de Molina, para comprobar que hasta los edificios invitan al caminar pausado. Este emplazamiento urbanístico es la joya más valorada de la ciudad. Alabada con motivo de su riqueza estética por artistas y escritores, es la pequeña Italia renacentista del Sur de España.

Pero más allá, vagando por las calles colindantes, estrechas y empedradas, nos sentiremos transportados a la Edad Media. A poco que nos alejemos estaremos admirando la imponente muralla árabe, desgastada por el clima y las batallas, pero erguida desafiante al tiempo. Multitud de estilos en pequeñas dosis, que rodean el esplendor cortesano y palaciego de la plaza, capital de la monumentalidad ubetense. Casi como un juego caprichoso, arquitectos de diversas épocas, reyes, secretarios, nobleza, burguesía y pueblo llano han labrado en piedra y bronce el entorno urbanístico que equilibra siglos y modas.