A principios del siglo XVI, un grupo de mujeres devotas, que vivían en la calle Calatrava, cuyo único deseo era entregarse al Señor, obtuvieron del Nuncio tener un oratorio público con campana, bajo la advocación de Ntra. Señora de los Ángeles, San Antonio y Santa Marta de Betania. La licencia para poder celebrar Misa se les concedió el 13 de septiembre de 1634. Y lo que había comenzado siendo beaterio se transformó en una comunidad que aceptó la vida de observancia de las Clarisas, siendo nombrada superiora Elvira de Jesús. Al no tener unas Constituciones propias, el obispo D. Pedro de Levanto les dio una “Norma de vida” que debían observar las Hermanas.
Pero el 2 de noviembre de 1730 entra en Badajoz su nuevo obispo D. Amador Merino Malaguilla, muy devoto de Santa Teresa desde niño, y al visitar la comunidad, les propuso abrazar las Constituciones de la Santa.

El 4 de octubre de 1733, fecha fundacional como Carmelitas Descalzas, tomaron el nuevo hábito las 14 Hermanas que constituían la Comunidad y fue nombrada Priora la M. Juana de Santa Rita. En este mismo día se puso el Santísimo Sacramento que en solemne procesión fue trasladado desde la Catedral. Fue una gran celebración, con fuegos artificiales, y costeando el Cabildo toda la cera que se gastó. Como suele suceder en toda obra de Dios, no tardó en levantarse una sostenida persecución contra el nuevo Carmelo, ya que decían había muchas comunidades pobres en la ciudad y otra más aumentaría la pobreza de todas.

Es digno de destacar en estas circunstancias la paciencia y prudencia del Prelado y el sufrimiento por el que tuvieron que pasar las Descalzas. Pero, el Señor, que miraba con amor el Carmelo de Teresa y la obra que en él había comenzado, quería llevarla hasta el final. Diez años más tarde, el 22 de abril de 1743, hicieron las Hermanas la Profesión Solemne, quedando establecida la clausura. Conservó como titular del convento a Nuestra Señora de los Ángeles y siguió bajo la jurisdicción del Ordinario del lugar.
El Prelado compró quince casas aledañas, agrandando el Convento, ayudó con limosnas a paliar las necesidades de las Hermanas y les legó algunas propiedades. Fue uno de los bienhechores más generosos y magnánimo que ha tenido la Comunidad.

Y así, en el convento de las Carmelitas Descalzas de Badajoz, las campanas tañen al rezo de Vísperas. Desde aquel nacer de la fundación hasta hoy, no ha cesado la alabanza al Señor que las convoca, y las hermanas que componen la comunidad actual, viven la paz que, traspasando los muros del convento, une el susurro de la oración al murmullo de las aguas tranquilas del Guadiana. Dios vigila cada latido del corazón de los pacenses. Está presente en ellos, y en sus hijas descalzas que seguirán invitando a todos, cada día, al silencio y la alegría de los Carmelos de Teresa.